Perito Moreno y el primer plano del abuelo espia
- Raul oscar López
- hace 2 horas
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Enero de 2016.
Vacaciones familiares.
Habíamos ido a visitar a César a Río Gallegos, y desde ahí armamos la expedición rumbo a El Calafate, en dos autos cargados de abrigo, antojos y ansiedad.
Alquilamos una cabaña y nos fuimos derecho a conocer al gran protagonista de la zona: el glaciar Perito Moreno. El día estaba hermoso.
Frío seco, viento que soplaba como para ponerte ideas nuevas en la cabeza.
Caminamos por las pasarelas, sacamos fotos, Leo posaba con bufanda, Graciela señalaba cosas como si fueran postales secretas.
Y papá, siempre curioso, estrenaba celular. Un modelo nuevo que le había costado caro y le generaba respeto. Leo le había enseñado a sacar fotos, a enfocar, a filmar.
Papá practicaba con esa fe desbordada del que no entiende bien la herramienta pero igual le mete garra, como quien intenta bailar reguetón con zapatos de cuero.
En un momento se aleja del grupo y se sienta solo bajo una pérgola de madera.
Y ahí sucede la escena inolvidable.
Aparece un grupo de turistas asiáticos. Chinos o japoneses, no lo supimos.
Lo que sí sabíamos era que papá, fascinado, decide filmarlos.
¿Para qué?
Nadie sabe.
Tal vez por curiosidad.
Tal vez porque sí.
Porque el mundo hay que registrarlo, aunque no sepas por qué.
Levanta el celular con toda la delicadeza de un espía de película y aprieta "grabar".
Pero lo hace sin mirar.
Y ahí pasa lo que tenía que pasar.
Se le activa la cámara delantera.
Resultado: un primerísimo primer plano de su cara.
La cara de papá, con gorro, cejas levantadas, expresión de “estoy haciendo algo importante”, mirando fijo a la pantalla, sin saber que lo único que estaba filmando… era su propia nariz.
Y lo mejor: actuaba como que no estaba grabando nada.
Como si la cámara fuera invisible, como si fuera un agente secreto infiltrado en medio del glaciar.
Después, ya en la cabaña, nos morimos de risa cuando lo contó.
Porque la filmación —lamentablemente— se perdió.
No quedó registro más que en la memoria colectiva.
Pero cada vez que alguien menciona al Perito Moreno, no pensamos en el glaciar.
Pensamos en papá, en su cara confundida frente al celular, en los turistas que nunca supieron que estaban siendo filmados… por la frente de un abuelo feliz.
Y en ese video que no existe, pero que todos recordamos.
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