

Lo que no entra en el baúl, entra en el corazón.
A principios de los 80, unos tíos misioneros con cero logística llegan a Curuzú Cuatiá buscando la casa del narrador. Al preguntar a un vecino, el hermano Ortiz, este les grita: "¡Yo los conozco! ¡Síganme!" y sale corriendo a toda velocidad por el barrio. Los tíos lo siguen en auto, protagonizando una insólita persecución hasta la casa, de donde descargan una Pastalinda, tallarines cocidos y otras provisiones. Un tour guiado con sprint final.
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La vez que papá le gritó un gol al juez de paz
Con un dolor de muela, el narrador acompaña a su padre a un partido de fútbol barrial. Tras un golazo de su equipo (el primero en años), el padre corre a gritarlo, no a la cancha, sino a la cara del árbitro (el juez de paz), increpándolo por su parcialidad. El padre es expulsado, pero enseña al niño que hay que gritar la victoria a los ojos de quien no quiere que ganes.
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