La vez que papá le gritó un gol al juez de paz
- Raul oscar López
- 7 ago
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 12 sept

Yo tenía nueve años y un dolor de muela que me hacía ver doble.
Pero igual fui con papá a la canchita de tierra a ver a Villa Esperanza contra Deportivo Mitre.
Mi viejo decía que el dolor se olvida cuando ves jugar a los de tu barrio.
Y que las muelas eran de cobardes.
Era sábado, hacía un calor de horno apagado, y en el aire flotaba ese olor a panadería, a perro mojado y a rencor entre vecinos.
Papá me compró una Mirinda tibia y un pebete con jamón y tierra.
.Se lo comió él, por supuesto.
El partido era un desastre. Villa Esperanza no pasaba mitad de cancha y el referí, que además era el juez de paz del pueblo, cobraba todo para Mitre.
“Ese pelado es enemigo del arte”, gritó papá, al borde del infarto.
Yo pensé que exageraba. Pero no.
A los setenta y pico de minutos, no sé si por error o por lástima, el “Gordo Walter” enganchó una pelota de aire y la clavó en el ángulo.
Gol de la Villa.
Golazo.
El primero en tres años.
Y ahí pasó.
Papá no lo gritó mirando a la cancha.
No.
Corrió como un endemoniado hasta la línea, lo señaló al árbitro con el dedo que usaba para amasar ñoquis, y le gritó:
—¡Ese es tuyo, pelado! ¡Cobralo ahora si te da la sangre! ¡Cobralo y volvé a tu escritorio, burócrata de mierda!
El juez lo miró como si le hubieran pateado el alma.
Y lo cobró.
Y después lo echó.
A papá.
Que ni jugador era.
Lo sacaron entre cuatro.
Yo fui atrás, con la cara hinchada y la Mirinda en la mano.
—¿Y eso para qué lo hiciste? —le pregunté cuando ya nos íbamos.
—Para que aprendas que a veces hay que gritar los goles mirando a los ojos al que no quiere que ganes.
Esa noche la muela se me pasó.
Pero todavía me duele un poco cada vez que veo a alguien resignarse sin chistar.
Excelente reflexión...