La V de la vejiga
- Raul oscar López
- 23 ago
- 2 Min. de lectura

En Concepción del Uruguay la cosa pasó en la peatonal.
Íbamos los cinco: Gra, Leo, Dolo, yo… y hasta Akira, que caminaba chocha, olfateando como si las vidrieras hubieran sido puestas ahí para ella.
Venía todo lindo, íbamos mirando negocios pitucos, zapaterías chic, algún que otro negocio de tecnología con luces fuertes.
Cuando de golpe, me agarraron unas ganas de mear que no admitían discusión.
No era “uy, en un rato busco”, era “o resolvés ahora, o te hacés encima delante de tu familia y de la perra”.
El único local en esa zona que tenía baños, era una pizzería.
Pero no era una pizzería normal.
No.
Era un museo del peronismo militante.
Carteles en las paredes que decían “Liberen a Cristina”, “Viva Perón”, “Abajo Milei”.
Y, el peor de todos, bien grande en la puerta del baño: “Los baños son solo para clientes”.
Gra me miró como diciendo “no vayas a comprar nada”.
Dolo se reía, como siempre, de la situación.
Leo ya se veía venir la anécdota y estaba con cara de “acá papá se manda una”.
Y Akira, pobrecita, solo movía la cola sin entender la grieta.
Entonces hice lo que cualquier argentino desesperado y un poco caradura haría: me asomé a la puerta, levanté la mano en V y grité bien fuerte:
—¡Compañeros! ¿Puedo usar el baño?
Los muchachos de adentro me miraron y se les iluminó la cara.
Sonrieron, convencidos de que había caído un hermano de la causa.
Y sin dudar, me dijeron:
—¡Claro, compañero, pase nomás!
Yo entré con la frente alta, directo a salvar la dignidad.
En dos minutos estaba afuera de nuevo, más liviano que globo suelto en acto del 17 de octubre.
Ellos, felices porque creían haber ganado un militante.
Yo, feliz porque había ganado una batalla contra la vejiga.
Gra, Leo y Dolo se reían como locos.
Y Akira, que no entiende de ideologías, me lamió la mano como diciendo: “bien jugado, humano”.
Y así seguimos la caminata por la peatonal, todos contentos.
Ellos porque sumaron un compañero, yo porque meé gratis.
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