Gracias a River sigo con vos, viejo
- Raul oscar López
- 22 ago
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 17 sept

Yo no elegí ser de River.
No hubo casting, no hubo debate.
Un día mi viejo dijo:
—Vos sos de River.
Y yo lo fui.
Así de simple.
No hubo rebeldía que pudiera contra eso. Mis hermanos ya lo eran, mamá era bostera fanática, y sin embargo la camiseta que me abrazó el corazón fue la de River.
Nunca supe si lo hice para parecerme al viejo o porque de verdad me enamoré de esos colores.
Pero no importa: la cuestión es que desde entonces mi vida se ordena alrededor de noventa minutos.
Hoy River juega y yo acomodo todo: horarios, turnos médicos, compromisos con Gra. Ella me rezonga, claro, pero ya sabe que no hay remedio. Porque no es solo fútbol.
Me pasa algo que no sé cómo explicar: cuando veo salir al equipo, cuando suena esa canción en la tribuna, siento que no estoy solo.
Siento que está mi viejo.
Ahí, sentado conmigo.
Como si la tele fuera un túnel en el tiempo.
Lo escucho putear bajito, lo veo acomodarse en la silla, lo siento reírse con esos goles que todavía me hacen gritar.
Y entonces entiendo: no miro un partido, me reencuentro con él.
Leo, mi hijo, simpatiza nomás. Mira un rato, se ríe, me acompaña.
Y está bien.
No todos tienen que ser enfermos como yo.
Pero sé —y esto me emociona— que el día que no esté, él va a prender la tele, va a ver a River entrar a la cancha y se va a acordar de mí.
Y de su abuelo...
Y en ese instante, aunque no lo diga, va a entender lo que significa que un equipo sea mucho más que once tipos corriendo.
Con los años entendí que ese “vos sos de River” de papá, no era una orden, era una herencia. Como los gestos, como los silencios, como ciertas maneras de mirar la vida.
Porque River, para mí, no es un club.
Es un puente.
Un puente rojo y blanco que une al hijo con el padre, al nieto con el abuelo, a los que ya se fueron con los que todavía estamos.
Es la forma que tenemos de seguir juntos, los de antes y los de ahora.
De darnos la mano a través del tiempo cada vez que la pelota empieza a rodar
Y con cada gol que grito, con cada partido que sufro, es una manera de decir:
—Viejo, todavía estamos juntos...
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