El humo equivocado
- Raul oscar López
- 29 sept
- 2 Min. de lectura

En el ascenso siempre pasan cosas que en la A ni se imaginan.
No hay barras bravas con abogados caros, ni sponsors multinacionales; hay vecinos que venden rifas, banderas que se cosen en la mesa de la cocina y fiestas que se arman a pulmón.
Por eso, lo que pasó en Campana en 2007 todavía se cuenta con una mezcla de vergüenza y carcajadas.
Los de Villa Dálmine querían copar la parada en el clásico contra Defensores Unidos.
El plan era simple y hermoso: latas de humo violeta, mucho papelito, la tribuna teñida de orgullo.
Pero alguien, del otro lado, tuvo una idea brillante y miserable: sacar a la venta, por internet, un lote de humo “violeta” a precio de regalo.
Los de Dálmine compraron como si fueran caramelos.
El día del partido, la popular latía como un corazón violeta.
Los bombos sonaban afinados, los más viejos juraban que no habían visto nunca algo así, y hasta algún vecino se secaba una lágrima.
Era la fiesta soñada.
Se encendieron las bengalas, las manos al cielo… y cuando abrieron las latas de humo… el humo que subió no era violeta.
Era celeste.
Celeste como la camiseta rival, celeste como la burla perfecta.
Hubo un segundo de confusión: uno gritó el gol antes de tiempo, otro se miró la remera pensando que se había vuelto daltónico.
Después vino el insulto coral, dirigido a nadie y a todos.
La humillación fue instantánea y colectiva.
Y como si no alcanzara, Dálmine perdió el partido.
Una derrota envuelta en otra derrota, con moño incluido.
Desde esa tarde, cada vez que alguien compra humo en Campana, antes de prenderlo lo abre despacito, lo huele, y reza.
Porque en el ascenso no siempre alcanza con perder: a veces la vida te regala una vergüenza para que la carcajada dure décadas.
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