Cuando papá se sacó la capa
- Raul oscar López
- 29 ago
- 1 Min. de lectura

Los hijos te miran todo el tiempo.
Da igual si están con el vaso de Nesquik en la mano o colgados de la tele viendo los Supersónicos.
Nos miran.
Y copian.
Y después vos te hacés el sorprendido: “¿De dónde sacó este mocoso esa mala costumbre?”.
De vos, campeón.
De vos.
Yo, por ejemplo, pasé la infancia convencido de que mi viejo era Superman.
No porque volara ni nada, sino porque nunca se le caía la casa encima.
Tenía laburo, tenía quilombos, tenía una familia que alimentar y cuentas que se reproducían solas en el cajón de la cocina. Igual, siempre estaba.
Como si llevara capa.
Hasta que un día lo descubrí humano.
Cansado, puteando con la boleta de la luz, preocupado por llegar a fin de mes.
Y en vez de bajarlo del pedestal, lo subí un par de pisos.
Porque ser Superman es fácil: lo jodido es ser humano con una hipoteca.
Y ahora me pasa a mí: tengo un hijo que me mira como yo lo miraba a él.
Y me da cagazo el día que me descubra humano también.
Ojalá, cuando pase, en vez de bajarme la nota, me apruebe con honores.
Como yo hice con el mio…
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