New Com, viejas glorias.
- Raul oscar López
- 22 ago
- 2 Min. de lectura

Hoy jugamos al New Com.
Es como el vóley, pero sin golpes ni saltos, lo cual lo convierte en un deporte olímpico… para jubilados con ganas de revancha.
Laly nos llevó al club Ferrocarril.
Cancha brava, piso jodido, con algunas partes que si pisabas medio medio acababas en Mercedes, por lo resbaloso.
El club tiene las paredes con historia, aroma a brillantina y estanterías con trofeos que nadie limpia desde la convertibilidad.
Ahí, en ese escenario, se armó el picadito más insólito que jugué en años.
Laly y Fito, dos bestias.
Profesionales, posta. Jugaban con una mezcla de precisión y misericordia.
Los amigos de ellos también: se movían como si no tuvieran cadera ortopédica ni pastillas para la presión en la mochila.
Nosotros, los de Bahía, llegamos con entusiasmo, rodilleras y el DNI al día. No hicimos papelones, pero se notó que nos cuidaban.
Había ese aire piadoso de cuando dejás ganar al nene en el truco, pero igual te canta falta envido con cuatro.
Yo terminé exhausto. Me dolían músculos que no recordaba haber alquilado. Uno en la espalda baja que, según Google, sirve para mantener la dignidad en los saltos. Otro en la nalga izquierda que se activa solo si intentás agacharte con elegancia, cosa que no ocurrió.
César se cayó en una jugada. De esas que uno mira en cámara lenta mental y piensa: acá se rompió el otro cruzado. El piso tembló. Hubo un silencio que dolió más que el golpe. Pero se levantó, medio rengueando, con la sonrisa de "estoy bien, no llamen a la ambulancia que todavía no pagué la última cuota del electrocardiograma".
Igual hizo bosta el reloj.
Y Akira, nuestra perra barra brava, no paró de ladrar en ningún momento. No importaba si estábamos en defensa, ataque, hidratación o charlando de cómo cambiar la yerba sin ofender al que cebaba. Ella ladraba.
Era como tener a la hinchada de Chacarita versión canina en primera fila.
La pasamos bárbaro. Entre risas, caídas leves y algún pelotazo a cámara lenta, hubo algo de victoria secreta. Esa que te deja el alma transpirada pero el corazón fresquito.
Y como dijo uno al final, mientras se sacaba el buzo con olor a pomada: esto no es deporte, es resistencia con red de por medio.
Y tiene razón.
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