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Antes muerto que en bolas

  • Foto del escritor: Raul oscar López
    Raul oscar López
  • 17 sept
  • 2 Min. de lectura
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Papá era un tipo de los de antes.

Militar retirado, viudo, pulcro hasta en el bostezo y pudoroso como monja nueva. Se afeitaba todos los días aunque no tuviera a quién ver, y si se desnudaba era solo para bañarse o cambiarse, y con las puertas cerradas hasta con traba extra.

Vivía en Curuzú con Paola y Fede, su marido, pero ese día estaba solo en la casa.

Un martes cualquiera, creo.

Silencio, calor, y la ducha prendida como promesa de alivio.

La tragedia comenzó en el baño, cuando papá, en un arranque de confianza, inclinó la cabeza hacia atrás para enjuagarse. Pero la gravedad, traicionera, hizo lo suyo. Se le metió el agua por nariz, boca y quizá hasta por los oídos.

Dice Paola que lo escuchó contar después que “el chorro fue como un sabotaje naval”.

Lo cierto es que se ahogó.

Se tragó medio termotanque en un segundo.

Salió del baño desesperado, a los tropezones, con la cara roja y los ojos saltones, envuelto en una toalla que apenas sostenía con dignidad.

Llegó hasta el comedor, tosiendo como una locomotora vieja.

Alguien, no sabemos si fue un vecino o él mismo golpeando el piso, hizo que la señora de Tipec —la vecina— apareciera en escena.

Bajita, en chancletas, con un genio de bombero voluntario.


—¡Don López, suba los brazos! —le gritaba como si fuera parte de un protocolo de emergencia. Y papá, que con una mano sostenía la toalla como si se le fuera la vida en eso, levantaba solo uno.


—¡Los dos, don López, los dos! Entonces bajaba el primero, se tomaba la toalla con la otra, y subía el segundo.


—¡Pero los dos juntos! —repetía la señora Tipec, como si estuviera en una clase de aeróbic.


Y papá, terco como buey y vergonzoso hasta el ahogo, iba haciendo la coreografía del pudor: uno arriba, otro sosteniendo.


Nunca los dos juntos.


Nunca la toalla suelta.


Así, entre la vergüenza y la toalla, se fue desahogando solo.


El susto se le pasó más por orgullo que por oxígeno. Cuando después contaba la historia, decía que fue “una infiltración por las vías superiores con desahogo espontáneo”. Traducción: tragó agua y salió corriendo en bolas.


Pero no se murió.


Y la señora de Tipec se ganó el apodo de “la rescatista de toallas”.

1 comentario

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Eduardo López
Eduardo López
18 sept
Obtuvo 4 de 5 estrellas.

Inhaló agua hacia los pulmones. Con unas gotitas alcanzan para originar ese ahogamiento...

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Quién Está Detrás del Blog

RAUL O. LOPEZ

Nací en San Isidro, Córdoba, pero hace años ando instalado en Bahía Blanca.
No me defino como escritor de manual: soy más bien un coleccionista de historias. Algunas me pasaron, otras me contaron y unas cuantas me las inventé para que la vida sea más entretenida.

 

Un día me crucé con la vida olvidada de un granadero de San Martín y terminé escribiendo una novela histórica:

 

Bogado: El Héroe que No Nombran.

 

Eso me enseñó que las mejores historias no siempre están en los libros, a veces están escondidas en un cajón o en la sobremesa de un domingo.

Este blog es mi patio.

Vas a encontrar relatos, recuerdos, ficciones y esas anécdotas que se cuentan bajito, como para que no se escapen.
Algunas te harán sonreir, otras quizás te dejen pensando.

Pasá, sentate y ponete cómodo, dale...

Y si algo de lo que leas te toca, aunque sea un poquito, contámelo.

Porque escribir es lindo, pero compartirlo es mucho mejor.

Si te gustó, ya sabés que hacer...

Acá termina. Y no, no hay escena postcréditos como en Marvel.👋

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