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La que se sienta al pie de la cama...

  • Foto del escritor: Raul oscar López
    Raul oscar López
  • 9 ago
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 1 oct


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Alma se despertó la primera vez a las 3:44.

Lo sabe porque el reloj digital de su mesa de luz nunca cambia los números sin parpadear antes, como si dudara. La despertó el peso en los pies.

Primero pensó que era el acolchado.

Después que era la gata.

Pero no. Era otra cosa.

Algo más pesado.

Y más quieto.

No se animó a levantar la sábana para mirar.

Se quedó tiesa, los ojos clavados en el techo.

Sintió frío. No en la piel, en los huesos de los pies.

—No pasa nada, estás sugestionada —se dijo. Pero no lo creyó.

No le contó a nadie.

Ni a su madre, que estaba con mil cosas desde que se murió la abuela, ni a su padre, que ahora dormía en el sillón y hablaba como si no supiera que había otra gente en la casa.

La segunda noche, el peso volvió.

Esta vez, con un olor raro.

Algo entre naftalina vieja y piso de hospital.

Y el colchón se hundía. Apenas, pero se hundía.

Entonces empezó a oírlo.

Un crujido, como si alguien se acomodara. Y una respiración… entrecortada.

A la tercera noche, Alma se atrevió a mirar.

Despacito, levantó la sábana. No había nadie.

Pero las marcas estaban.

Dos hundimientos en el borde del colchón.

Como cuando la abuela se sentaba para rezar.

No gritó. No lloró. Solo se tapó la cabeza y pensó que si no miraba, no estaba.

Al día siguiente, fue al cuarto de la abuela.

Su madre lo estaba vaciando.

Una pila de rosarios, libros, un reloj viejo con cuerda.

Alma miró la cama. Era igual a la suya.

Se acordó: cuando era chica, dormían juntas.

Y la abuela siempre se sentaba a sus pies, en la misma posición, y decía:—Hasta que se te vaya la culpa, yo me quedo acá.

No entendía entonces qué quería decir.

Ahora sí.

Porque Alma tenía culpa.

No lo decía en voz alta. Pero sabía.

Había sido ella la que dejó el calefactor prendido ese día. La abuela se había mareado. Se cayó. Se rompió la cadera. Murió a los días por una infección.

No fue intencional. Pero fue su culpa.

Y la abuela... lo sabía.

Porque a partir de esa noche, la que se sentaba al pie de la cama, no era solo peso.

Era sombra.

Y la sombra tenía forma.

Y la forma tenía ojos.

Y los ojos… no parpadeaban.

Todas las noches a la misma hora.

3:44.

Y siempre decía lo mismo. No con la voz.

Con esa sensación que se mete en la piel como picazón que no se ve.

“Hasta que se te vaya la culpa, yo me quedo acá.”

Alma dejó de dormir. Dejó de comer. Se puso ojerosa, flaca, blanca.

Una noche, su madre entró y le dijo que tenía que volver al psicólogo.

Alma solo dijo:

—¿Vos la ves?

—¿A quién?

—A la que se sienta.

La madre se quedó helada.

Y por primera vez en semanas… bajó la mirada.

—Yo también la vi —susurró.

La culpa, pensó Alma, era hereditaria.

Esa noche, Alma no se tapó.

No se acurrucó. No rezó. Solo se sentó, y esperó.

La sombra apareció. Se sentó.

Y Alma, con la voz de su edad, le dijo:

—No te vayas todavía. Quiero que me enseñes cómo se hace para no tener miedo.

La sombra no respondió.

Pero esa noche, no pesó.

 
 
 

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Quién Está Detrás del Blog

RAUL O. LOPEZ

Nací en San Isidro, Córdoba, pero hace años ando instalado en Bahía Blanca.
No me defino como escritor de manual: soy más bien un coleccionista de historias. Algunas me pasaron, otras me contaron y unas cuantas me las inventé para que la vida sea más entretenida.

 

Un día me crucé con la vida olvidada de un granadero de San Martín y terminé escribiendo una novela histórica:

 

Bogado: El Héroe que No Nombran.

 

Eso me enseñó que las mejores historias no siempre están en los libros, a veces están escondidas en un cajón o en la sobremesa de un domingo.

Este blog es mi patio.

Vas a encontrar relatos, recuerdos, ficciones y esas anécdotas que se cuentan bajito, como para que no se escapen.
Algunas te harán sonreir, otras quizás te dejen pensando.

Pasá, sentate y ponete cómodo, dale...

Y si algo de lo que leas te toca, aunque sea un poquito, contámelo.

Porque escribir es lindo, pero compartirlo es mucho mejor.

Si te gustó, ya sabés que hacer...

Acá termina. Y no, no hay escena postcréditos como en Marvel.👋

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